La propagación de los sistemas biométricos como método identificativo y la multiplicidad de sus usos está dando lugar a un desarrollo tecnológico sin precedentes para mantener su capacidad de control y fiabilidad en situaciones inusuales hasta hoy.
Mediante rasgos biométricos de cada persona como las huellas dactilares, la retina, el iris y patrones faciales, estos sistemas especializados en identificación dejarán muy pronto obsoletas a las clásicas tarjetas generalizándose en los accesos a entornos laborales por sus claras ventajas: eliminan el gasto de la creación de tarjetas, los rasgos personales “se llevan encima” siempre y evitan suplantaciones. Además, es una tecnología que no produce desechos por lo que se puede considerar ecológicamente plausible.
Sistemas biométricos que desbloquean dispositivos móviles… y coches.
La huella dactilar se ha extendido también como el sistema biométrico más usado para desbloquear dispositivos móviles, y así se plantea una interesante cuestión. ¿Puede utilizarse aún y es efectiva cuando la persona ha fallecido? El tema ha surgido en un contexto policial, ya que desbloquear con la huella dactilar de un sospechoso o de la víctima de un crimen puede ayudar a encontrar el móvil del delito y los contactos de quien lo comete.
Uno de los primeros casos conocidos ocurrió en noviembre de 2016, cuando Abdul Razak Ali Artan mató a varias personas en la Ohio State University y un agente del FBI puso el dedo del terrorista en su iPhone una vez abatido. Para entonces había pasado tiempo y el móvil ya reclamaba el PIN de acceso. El FBI tuvo que enviar el teléfono a un laboratorio para acceder a su contenido y se desveló que la matanza había sido inspirada por ISIS.
En otra ocasión, dos detectives de la Policía de Florida dieron el alto al sospechoso Linus F. Phillip. Al detectar olor a marihuana intentaron arrestarle, el acusado quiso huir y los detectives abrieron fuego. El fallecido llevaba consigo un smartphone que los agentes quisieron desbloquear y viajaron al tanatorio de Clearwater donde estaba el cuerpo de Linus Phillip. Allí aplicaron la huella digital de la propia mano del fallecido, de nuevo sin éxito.
El primer caso de una huella dactilar que haya funcionado una vez separada del cuerpo se dio en Malasia y en 2005, cuando un ladrón se llevó un Mercedes que arrancaba con huella digital. El delincuente cortó el dedo del propietario del vehículo y pudo robar el vehículo.
Hacia un lector de huellas que distingue vivos de muertos. Una nueva etapa en los sistemas biométricos.
La prevención de hechos tan sangrientos ha motivado a los investigadores de Dermalog Identification Systems en Alemania para desarrollar un escáner que puede diferenciar si un dedo está vivo, muerto o ha sido creado artificialmente.
Esta tecnología se fundamenta en cómo está el tejido se blanquea al presionar el dedo contra una superficie, lo que provoca que la sangre de los capilares se retire unos instantes. La investigadora Clarissa Hengfoss ha descubierto que un dedo vivo absorbe luz LED en 550 nanómetros al primer contacto, y en 1450 nanómetros cuando presiona con más fuerza en el sensor y se blanquea la piel.
Por el contrario, los dedos sin vida no presentan ningún cambio en el número de nanómetros que absorben luz.
La técnica, aún en desarrollo, podrá ser aplicada para identificar “dedos vivos” y Dermalog ya investiga cómo detectar también los «dedos falsos». Es decir, apéndices hechos de silicona o gel, que se podrían utilizar para burlar el lector de huellas.
Visto lo anterior, podemos decir que los sistemas de control de acceso biometrico son el futuro en el entorno laboral.